Abrir el pasado
La llave encajó perfectamente y, con un suave chasquido, la cerradura se abrió. La puerta crujió al abrirse, revelando unas estrechas escaleras que ascendían hacia la oscuridad. Marie vaciló, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho. Buscó a tientas el interruptor de la luz, pero la bombilla de arriba parpadeó y se apagó casi de inmediato. Cogió una linterna, respiró hondo y subió las escaleras. El aire estaba cargado de polvo, y en él flotaba el aroma de la madera vieja y las cosas olvidadas.
Una habitación congelada en el tiempo
Cuando Marie llegó al final de la escalera, el haz de su linterna recorrió la habitación. Era como si el tiempo se hubiera detenido aquí. Los viejos muebles estaban cubiertos de sábanas blancas, y las estanterías estaban repletas de objetos de otra época. Había papeles esparcidos por un gran escritorio situado en un rincón, y un pesado baúl estaba en el centro de la habitación, cerrado con un candado oxidado. Marie sintió una extraña mezcla de excitación y temor cuando se acercó al baúl, llave en mano.